En Argentina, el acceso a un baño se concentra en las grandes ciudades. En AMBA supera el 90% quienes tienen cloacas y acceso a agua corriente.
Las primeras reacciones del oficialismo por el adverso resultado electoral de septiembre en la provincia de Buenos Aires giró en torno a la supuesta preferencia de ese electorado por “cagar en un balde”. Esto dio pie a una conversación infinitamente más interesante acerca del acceso a servicios básicos en territorio bonaerense. En mi caso, me hizo pensar también en lo poco que sabemos sobre lo que pasa con nuestros efluentes una vez que apretamos el botón. No es una conversación muy agradable, pero es algo sobre lo que tenemos que hablar más.
Quizás sea una obviedad decirlo pero tener un inodoro conectado a una cloaca, agua limpia que sale de la canilla y electricidad dentro de la casa es uno de los grandes beneficios, o debería serlo, de vivir en la ciudad. Además de la mayor oferta de trabajos, educación, salud y cultura, estos servicios básicos fueron históricamente los que atrajeron grandes masas de personas del campo a la ciudad.
Como dice la periodista inglesa Rose George en su libro La mayor necesidad. Un paseo por las cloacas del mundo, “el verdadero sello distintivo de la ciudad moderna, lo que de verdad las hizo habitables, fue la infraestructura sanitaria”. Hasta finales del siglo XIX decenas de miles de personas se morían por enfermedades como el cólera, producto de la inexistencia de obras de saneamiento a gran escala. Algo que cambió, por suerte, con la llegada del higienismo urbano.
El inodoro de cisterna, el que conocemos hoy, existe hace unos 500 años y, como señala George en su libro, prácticamente no cambió en su diseño y funcionalidad. “Otros inventos coetáneos –como el teléfono– han experimentado cambios profundos. Cuesta imaginarse a Graham Bell intentando arreglar un iPhone pero Joseph Bramah (el inventor del inodoro moderno) probablemente podría arreglar un inodoro actual”, señala.
Volviendo a nuestra realidad, los datos colocan a Buenos Aires como una provincia con alta cobertura de “inodoros con arrastre de agua”, alcanzando casi el 90% de las viviendas y superando a casi todas las otras provincias. Y si bien tiene mucho para mejorar, tampoco tiene una performance necesariamente mala en cuanto a la cobertura de cloacas, que se ubica más o menos en el promedio nacional del 60%.
El dato a nivel provincial, además, esconde diferencias muy grandes. En la provincia de Buenos Aires, pero también en la ciudad homónima que, en términos agregados, tiene inodoros con arrastre de agua en el 99% de las viviendas pero que en los barrios del sur, históricamente más pobres, esa incidencia llega sólo al 89%. Municipios del conurbano gobernados por intendencias peronistas como Morón (96%), Avellaneda (93%) y Lanús (91%) muestran cifras más altas.
Le consulté a Sebastián Rohr, economista especializado en datos y política urbana del Centro de Estudios Urbanos de la UNSAM que además escribe este muy buen newsletter, y me dijo que el censo de 2022 permite mirar estas diferencias de más cerca mediante los polígonos que corresponden a barrios populares. Las diferencias son marcadas: el 99% de cobertura de cloacas que tienen los hogares de la ciudad de Buenos Aires situados fuera de los barrios populares baja a 94% dentro de los mismos. Por otro lado, fuera de los barrios populares nuevamente casi el 100% de los hogares tienen inodoro con arrastre de agua, mientras que dentro de ellos, un 17% de los hogares no accede a esa cuestión básica.
A nivel mundial, Rose George cuenta que 4 de cada 10 personas en el mundo no tienen baño en su casa. Su libro es de 2009 y según UNICEF esa proporción hoy mejoró pero sigue habiendo cerca del 25% de las personas en esa situación.
Se podría sostener que la presencia de un inodoro en la vivienda tiene más que ver con el poder adquisitivo de las personas, como puede ser una heladera o un lavarropas, pero al tratarse de un elemento de higiene básico en algún punto se vuelve una cuestión de salud pública. Entonces el Estado puede intervenir, por ejemplo, a través de políticas de reurbanización de barrios populares, donde por lo general hay mayor déficit de infraestructura sanitaria.
Según datos del Centro para la Integración Sociourbana (CISUR ), una nuevo centro de estudios conformado por ex trabajadores y funcionarios de la Secretaría de Integración Sociourbana (SISU) del gobierno nacional anterior, más de un millón de familias no tiene acceso adecuado a saneamiento en los barrios populares, sólo el 2,6% de los mismos está conectado de manera formal a la red cloacal, y el 59% no tiene un baño adecuado. Fernanda Monticelli, directora ejecutiva de CISUR, me cuenta que por eso, durante su paso por la SISU, se hicieron más de 2.300 módulos de baño y cocina y lograron extender el acceso a la red cloacal en alrededor de 36 mil conexiones nuevas.
Ricos pero sin cloaca
Yendo puntualmente a las cloacas, algo que sí es de exclusiva responsabilidad del Estado en sus distintos niveles, también existe una cobertura bastante heterogénea en el territorio bonaerense. Por ejemplo, en Avellaneda, Tres de Febrero y en San Isidro hay una cobertura superior al 80%, pero en Lanús y Hurlingham hay cifras cercanas al 60%. Sobre el mapa se puede ver una dinámica bastante evidente: a medida que uno se aleja de la mancha urbana consolidada del AMBA, la cobertura baja.
Esto tiene que ver sobre todo con la inversión muy alta que implica hacer cloacas y que en muchos casos los municipios menos densamente poblados (menos contribuyentes por metro cuadrado) no pueden llevar adelante sin apoyo de Nación o Provincia.
El costo de la cloaca no viene solo, ya que tienen que desagotar en plantas de tratamiento que permitan no devolver nuestros desechos biológicos directamente a cursos de agua naturales, contaminándolos. Por ese elevado costo, estas plantas suelen ser escasas (en el AMBA hay 21 según AySA), pero su evolución tecnológica reciente hasta permite generar energía (biogás) a partir de básicamente pis y caca. Sería como una versión a gran escala de estos biodigestores para casas particulares.
Según George, a nivel mundial ya millones de personas cocinan con gas derivado de la fermentación de materia fecal pero aún y al mismo tiempo en muchas ciudades del mundo desarrollado no tienen plantas de tratamiento y tiran los residuos cloacales sin tratamiento previo a una posible fuente de agua potable.
Podríamos decir que la dinámica de la expansión urbana acelerada y de baja densidad da como resultado una cobertura menor de cloacas. No tener cloaca no es necesariamente equivalente a ser pobre, sino que tiene más que ver con que la gente suele llegar antes de que haya cloacas (y otros equipamientos) al territorio y no al revés. Claro que si se planificara la expansión, las inversiones en saneamiento serían más baratas ya que el costo de darle servicios a un barrio consolidado es varias veces más alto que hacerlo antes de que se aglomere mucha gente.
A través de los datos de Pilar y Tigre, donde hay cobertura de cloacas de apenas el 30% pero con porcentajes superiores al 80% en presencia de inodoros con arrastre de agua en las viviendas se puede apreciar esa dinámica. En estos municipios abundan las viviendas en countries que, obviamente, tienen muy buenos inodoros pero sin cloaca.
Para ponerlo más fácil, a la persona que vive en un country no le importa tanto la cloaca porque seguramente tiene una cámara séptica bien hecha y al mismo tiempo un filtro de agua o, en el peor de los casos, plata para comprar agua embotellada, más recursos para evitar enfermedades, y su casa está lejos de las aguas contaminadas que provocan la falta de cloacas y pozos ciegos mal hechos que escasean afuera de esos barrios cerrados –populares o no–. Es decir, la solución individual del saneamiento es otro de los vectores de la desigualdad territorial en estos municipios de la provincia de Buenos Aires.
Esto se suma a que la gran mayoría de los barrios cerrados en la provincia de Buenos Aires se empiezan a hacer sin el visto bueno de la Autoridad del Agua y del Ministerio de Ambiente (les alcanza con el permiso municipal) por lo cual después resuelven adónde y cómo van sus efluentes.
La otra cara del equilibrio fiscal
Como es sabido, el gobierno nacional actual dejó de ejecutar fondos para obra pública, muchos de los cuales iban justamente para hacer cloacas, con el fin de sostener el tan mentado equilibrio fiscal. Además, decidió disolver el Fondo de Integración Sociourbana (FISU), un fideicomiso creado por el gobierno anterior para la urbanización de villas, pero cuya estructura empezó a diseñarse durante los años de Mauricio Macri y con unanimidad de todo el arco político de entonces.
Los datos que compartió la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) son elocuentes al respecto. La baja real del presupuesto destinado a agua y alcantarillado respecto de 2023 es del 76%, y si vemos sólo lo asignado a la provincia de Buenos Aires el recorte fue aún mayor, del 98%. Es decir, bajó hasta prácticamente nada. “Sólo el 1,8% del total nacional se destinó a la provincia de Buenos Aires, pese a que concentra cerca del 40% de la población del país. En contraste en 2023 la cifra llegaba al 46%”, analizan desde la organización.
Por otro lado, los datos que muestra ACIJ respecto del presupuesto presentado por el Ejecutivo para 2026 tampoco son alentadores ya que consolidan una baja del 86% real con respecto a 2023 en el rubro “Agua potable y alcantarillado” y del 98% en el rubro “Vivienda y urbanismo”.
Según otro informe de ACIJ, en este caso con el Observatorio Villero de La Poderosa, en Villa 21-24-Zavaleta (Comuna 4 de la ciudad de Buenos Aires), “si bien el 92% de las viviendas cuenta con baño dentro de la misma, el 42% de los hogares debe recurrir al uso de baldes para el arrastre de los efluentes. Además, el 11% de las viviendas no cuenta con conexión de agua en el baño. Estos datos evidencian que, aún cuando existe un espacio destinado al saneamiento, su funcionamiento dista de garantizar condiciones mínimas de higiene y cuidado de la salud”.
Es que las conexiones de agua que son necesarias para que el inodoro tenga presión, responsabilidad de Nación, y las conexiones de cloacas, responsabilidad del gobierno porteño quedaron a medio camino. Desde que asumió Jorge Macri el Instituto de la Vivienda tiene mucho menos presupuesto para obras y a eso se sumó que en diciembre de 2023 AySA interrumpió una obra clave en el barrio que llevaba un 90% de ejecución.
Fernando Bercovich – Trama Urbana